sábado, 4 de diciembre de 2010

Capítulo V


                 La habitación del Faraón

Por los pasillos de Palacio se dibujaban miles de huellas mojadas, que delataban el trayecto de Inaya.
         Se dirigía sigilosamente e imperturbable hacia los aposentos del Faraón.
         Varios guardias, yacían inconscientes en el pasillo, Inaya se había convertido en una fuerza imparable, insuflada  por la ira y el odio hacia su Faraón.
         Dos hombres armados y bien ataviados se imponían delante de la puerta de la habitación del Faraón.
         -¿Princesa Inaya?- pregunto uno de los guardias.
         Por contestación obtuvieron un gutural bufido. Inaya alzó el brazo derecho hacia delante, y cerró el puño.
         Lentamente los dos hombres se fueron arrugando hasta el punto de quedar total mente secos, y bajo los cadáveres de aquellos dos guardias había un gran charco de agua, el agua que contenían  sus cuerpos, ahora sin vida.
         Inaya entró en la habitación del Faraón,  le encontró intentando violar a una pobre sirvienta, esta a diferencia de Inaya no tenía el valor suficiente, o visto desde un lado más cierto, esta mujer tubo la prudencia de no plantarle cara, puesto que la encerrarían, o algo peor, la matarían.
Inaya se quedó observando aquella escena, el charco de agua empezó a hervir, torció la cabeza y se quedó observando al Faraón, que la miraba con ojos asustados.
-Tu… pensaba que estabas muerta- dijo el Faraón con voz aterrorizada.
-Pues te equivocaste.
-¿Qué te ha pasado? ¿A qué viene esa apariencia?
- Vas a morir- dijo Inaya lentamente y sin titubear.
         El faraón se puso de pie, y sacó del cinto el cuchillo. Se abalanzó contra Inaya y esta le dio con el brazo en la cara, el faraón se desplomó contra una pared, la habitación retumbó.
         -¿Me va a matar?- preguntó la mujer a Inaya. Esta movió la cabeza hacia la puerta, en señal de que se podía marchar. La mujer se levantó, y salió corriendo por la puerta. Inaya se dirigió de nuevo hacia el Faraón. Este tenía un hilo de sangre en el labio.
         En los ojos de la cambiada Inaya no había nada,  solo un brillo de ira y rabia. Se acerco al Faraón, y le dio una patada, Inaya cogió el propio cuchillo del Faraón, y se lo acerco al cuello, lo hundió suavemente en la piel de este, empezó a brotar un poco de sangre.
         Inaya sacudió la cabeza, el color grisáceo, fue reculando en su piel hasta llegar a sus ojos, a la vez que estos se iban normalizando, y su pelo pasaba de azulado a negro. Inaya  dejo de hacer presión con el cuchillo, se levantó desorientada. La ira de sus ojos se había tornado a matices de dolor y  miedo. Los dos se quedaron inmóviles en sus sitios.
         Inaya giró la cabeza,  intentando seguir unos ruidos, se dio cuenta de que provenían de una especie de armario, fue hacia él y lo abrió.
          Se encontró con una niña desnuda maniatada, con moratones por todo el cuerpo, y sangre hasta en partes del cuerpo inimaginables, la niña lloraba desconsoladamente. A Inaya se le partió el corazón, se vio a ella misma hace unos cuantos años, en el reflejo de los ojos de la muchacha, unas lágrimas cayeron de los ojos de Inaya, cerró fuertemente los ojos, la ardían, la quemaban, las lagrimas ya no eran de agua para ella, eran de ácido, un ácido provocado por el hombre asqueroso, que se hallaba tirado en el suelo como una alimaña, Inaya se canso de llorar, y se dirigió al faraón.
         -Ya no podrás abusar de una sola chica más, desgraciado- Inaya, después de pronunciar estas palabras le acuchillo en el corazón, un grito ahogado salió de la garganta del faraón.
Inaya cortó las cuerdas de la niña.
         -Vamos, tienes que venir con migo- pero a niña se negaba, solo  podía llorar.
         -¿Esta… muerto?- pregunto la niña, Inaya bajo la cabeza en señal de afirmación. La tendió la mano, y la pequeña se la cogió, las dos se disponían a salir por la puerta.
         -Espera… eres una… - dijo una voz detrás de ellas, era el faraón aun no estaba muerto, un acto reflejo de Inaya la impulsó a lanzar el cuchillo, que acabó clavado en la pared, junto con el cuerpo del faraón.